Cuando llegué a Port-à-Piment, un municipio en el suroeste de Haití, pocos días después del paso del huracán Matthew, la situación era caótica y dolorosa”.
El paisaje estaba devastado, la gente estaba desesperadas y los sistemas de comunicación no funcionaban. Algunas personas buscaban a miembros de sus familias que habían desaparecido; otros a alguien que pudiera curar a sus familias heridos.
Lo que me emocionó entonces fue que la gente me mostrara lo que quedaba de su casa utilizando los restos para describirla. La mayoría de los restos eran trozo de ladrillos, escombros o algunas paredes.
Sin embargo, tenían la imagen de sus casas en la cabeza y me explicaban: “Este es mi cuarto, aquí está la cocina, el jardín…”.
Un poco más al este, en Nippes, la destrucción de las casas también fue desoladora. Todos los alrededores de la ciudad de Baradères se inundaron y muchos centros de salud quedaron destruidos.
Allí, muchos haitianos comenzaron inmediatamente a construir refugios con los restos de sus casas, pero carecían de material y herramientas adecuadas.
Durante las primeras intervenciones, la gente nos preguntaba si teníamos pastillas de cloro para limpiar el agua con el fin de prevenir el cólera.
Las muestras que nuestros equipos de agua y saneamiento realizaron hasta la semana pasada son notables. Algunos pozos se contaminaron por el agua del mar o la basura, mientras que los deslizamientos de tierra convirtieron las fuentes de los valles en no potables.
Más compromiso, más ayuda
Ahora, cuando se cumple un mes del paso del huracán, esperamos un mayor compromiso con las personas que necesitan ayuda urgente.
El llamamiento a la donación internacional realizado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) está lejos de cumplirse.
Solo se ha concedido un 28% de lo acordado, mientras que las necesidades de la población continúan siendo enormes.
Para responder al cólera, se necesitan más esfuerzos capaces de reducir con coherencia la infecciones. Tener acceso a agua limpia es esencial; las pastillas de cloro son solo una solución temporal.
Así, es prioritario restablecer las redes de distribución de agua para reducir las infecciones asociadas a su mala calidad.
Sin acceso al agua potable de forma continua, la población recurre a fuentes potencialmente contaminadas.
Para ello, necesitamos contar con una capacidad de respuesta rápida y el acceso a un tratamiento adecuado de forma sistemática.
Además, una recopilación de datos correcta para un análisis adecuado de la situación es fundamental, ya que así los profesionales sanitarios pueden responder a las necesidades rápidamente.
El acceso a los pueblos sigue siendo un gran desafío. Detrás de la costa, comienzan los valles. En el centro de la región del suroeste, hay montañas que alcanzan los 2.500 metros de altura con docenas de aldeas dispersas.
El estado de las carreteras, los árboles caídos y las inundaciones dificultan nuestras tareas, y debemos recurrir a todos los medios para llegar a las aldeas: helicópteros, coches, motos o nuestras propias piernas.
También hemos alquilado burros para llevar el material médico a los pueblos. Y es que muchas carreteras y autopistas difícilmente pueden usarse, especialmente en el caso de los camiones que transportan material.
En Nippes, se puede utilizar de nuevo una de las dos rutas principales, un avance importante para la entrega de material de asistencia y alimentos, y para la movilidad de las personas.
No obstante, aún se necesitan muchos esfuerzos para abrir el camino a las zonas más remotas, para poner en marcha los centros de salud y para proporcionar material de refugio.
Resulta difícil pensar en la gente que aún queda en los pueblos a los que todavía no hemos llegado.
Pienso sobre todo en los ancianos, más vulnerables y débiles, de los que no sabemos nada. Si estarán lesionados, si tendrán un techo… ¿Qué les queda?